En mi última entrada hablé sobre cómo la literatura ha sido parte esencial de mis viajes y el cómo cada libro me acerca o me inspira algo de los lugares que voy conociendo, como en el caso de “Guerra y Paz” de Liev Tolstoi cuando viajé por Europa del Este, o simplemente elijo algún libro dependiendo el tiempo que haré en ese viaje y la longitud del libro es ad hoc a dicho tiempo del viaje.
Pero hay libros que son de hecho diseñados para el viajero, para enfrentarlo a sus sueños (y pesadillas) de algún viaje inspirador, escritos por viajeros, y éstos pueden ser de no-ficción (como un libro del que hablaré próximamente y se titula “Érase una vez la URSS”) y otros son escritos como novela, como es el caso de lo que para mí es la novela icónica o definitiva del mundo viajero y del cual también hablé en mi entrada anterior si bien ahondaré un poco más aquí: «The Beach» de Alex Garland, probablemente una de las mejores novelas que fueron escritas para la generación X e Y, llamada en el mundo de los viajes como la generación de los Backpackers.
Quizás ustedes hayan visto la película, si lo han hecho, por favor compren o consigan el libro, está de más decir que es muy, pero muy superior a la película.

En cuanto a mí, sigo creyendo en el paraíso. Sin embargo ahora sé que no se trata de ningún lugar en concreto. Lo importante no es a dónde vas, sino cómo te sientes en el momento en que llegas a formar parte de algo. Y si encuentras ese momento, es para siempre.
Como nota mala: La fama que tuvo la playa en Tailandia (la película fue filmada allí) hizo que muchos turistas visitaran dicha playa que ahora está contaminada y no sólo eso sino que el ecosistema está muy dañado debido a la contaminación y a la basura y a la muerte de los corales debido a las lanchas que llevaban a los turistas alí. Irónicamente el libro trataba de buscar un lugar alejado del turismo convencional y lo que hizo (su fama) fue masificar un delicado ecosistema. A eso se enfrenta el mundo actual donde viajar y salir de nuestros países es más fácil y más común que antes por lo que tenemos que ser más conscientes con nuestro medio ambiente.
En la novela, el personaje principal es un inglés llamado Richard que se va de backpacker a Tailandia y por azares del destino se encuentra con un personaje, Daffy, que antes de encontrar su destino final, le habla de una isla y Richard, indagando un poco, se encuentra que en dicha isla un grupo de viajeros, en su mayoría occidentales, ha hecho de ella su casa y utópica nación. Aunque, como suele suceder en cada utopía, esta tiene una fisura y ésta, sin “espoilearles” ni la novela ni la película (cuyo final dista muchísimo de lo genial que fue en el libro), la terminan convirtiendo en una distopía. Con un lenguaje que usa tanto la filosofía solipsista (sólo yo existo) así como la Cultura pop de los noventas: la música electrónica y el Game Boy, Garland hace gala de una idea que tenemos los viajeros que no nos consideramos turistas: queremos ser los únicos dentro de un paraíso Wanderlust sin pensar en que millones de personas quieren lo mismo, y eventualmente tendremos que luchar por un puesto en ese mundo ideal: el de los hostales y los backpacks, el de los ligues y las playas, las calles empedradas y la cultura, entre la aventura y la búsqueda del conocimiento, entre el trainspotting (no la película, aunque dicho sea de paso, dicha película fue dirigida por Danny Boyle, mismo director de “The Beach”, sino que es a como me refiero a mi fascinación por los trenes) y el gozo de la vida. Ciertamente, como diría Richard en la novela, y esta es una de las citas literarias que más se me ha quedado grabada en la mente: En cuanto a mí, sigo creyendo en el paraíso. Sin embargo ahora sé que no se trata de ningún lugar en concreto. Lo importante no es a dónde vas, sino cómo te sientes en el momento en que llegas a formar parte de algo. Y si encuentras ese momento, es para siempre.